viernes, 18 de mayo de 2007

El reloj biológico de la mosca del vinagre se adapta a las estaciones, además de a día y noche.


El "reloj circadiano" de la mosca del vinagre o de la fruta -como se conoce a la Drosophila melanogaster-, que le permite "medir" el paso del tiempo para adaptarse a los días de 24 horas, es lo suficientemente flexible como para permitir su adaptación también a las variaciones estacionales.


Así lo manifestó a Efe María de la Paz Fernández, quien junto a otro grupo de científicos ha participado en una investigación con la Drosophila melanogaster, utilizada por los expertos como modelo para estudiar los complejos mecanismos que permiten a los organismos adaptarse a los cambios en el ambiente, y los resultados del trabajo aparecen publicados en el último número de Cell.


También este estudio "brinda luz" sobre mecanismos celulares que vinculan ritmos circadianos y depresión, y aunque el trabajo no profundiza sobre las posibles aplicaciones de los descubrimientos a la salud humana, sí desvela evidencias que abren "un camino interesante" respecto a posibles vínculos entre un inapropiado funcionamiento del reloj circadiano y algunas formas de depresión.La investigadora Fernández, del Laboratorio de Genética del Comportamiento, de la Fundación Instituto Leloir, de la Universidad de Buenos Aires (Argentina), explicó a Efe que se manipularon genéticamente ciertas células de la Drosophila melanogaster que "nos permitieron hilar más fino sobre los mecanismos que hacen al reloj circadiano ajustarse a los cambios ambientales".Anteriormente los investigadores, dirigidos por el científico Dan Stoleru, habían demostrado que el circuito neuronal que compone el reloj circadiano lo integran dos grupos de osciladores, uno que funciona de noche ("morning cells") y otro de día ("evening cells").


"Es el correcto acoplamiento entre estos dos osciladores lo que genera un reloj funcional, que permite la adaptación a la variación en el ambiente, dada por la alternancia entre el día y la noche", indicó Fernández.La novedad ahora es el descubrimiento de que "son estos mismos osciladores los que permiten que podamos ajustarnos a las variaciones estacionales" y ser capaces de seguir estimando el tiempo aun en condiciones de "días largos", en verano, y "días cortos", en invierno.


La investigadora recordó que la Drosophila no es sólo un organismo cuyo genoma está secuenciado desde hace muchos años, sino que se puede "encender" y "apagar" la expresión de genes de interés en grupos reducidos de neuronas y analizarse sus efectos sobre el comportamiento.


Ello la convierte en modelo ideal para estudiar los complejos mecanismos de adaptación de los organismos a cambios ambientales.El trabajo concreto de la investigadora Fernández consistió en analizar el "comportamiento" de las proteínas que componen "el reloj" en las distintas condiciones ambientales.


Dos de los genes canónicos del "reloj" generan proteínas (PER y TIM) cuya distribución en la célula cambia a lo largo del día.



Cuando se marcan estas proteínas (con la técnica inmunohistoquímica) es posible detectar su ubicación en distintos momentos del día y la noche; "esa ubicación nos brinda información muy útil sobre el funcionamiento del reloj", añadió la experta.Otra de las conclusiones derivadas del estudio es que una molécula llamada shaggy (el homólogo al gen humano GSK-3) es parte de la ruta bioquímica que lleva la información de los cambios de luz en el ambiente al reloj central.


Se sabe que GSK-3 es sensible al litio, una droga comúnmente usada en desórdenes efectivos, en particular la llamada depresión estacional (sensibilidad particular a los "días cortos", que hace que algunas personas sufran depresión específicamente en el invierno).


En este contexto, existe un tratamiento llamado "fototerapia" que consiste en administrar pulsos de luz intensa a los pacientes que sufren de depresión.
Bachille; Laguado Eimmy
C.I 17.793.263

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